Aparato Crítico. Disposición del Aparato Crítico

Aparato Crítico. Disposición del Aparato Crítico

Nuestro aparato crítico es positivo y, como norma, los asientos (identificados por el número de la página y, tras un punto, el de la línea en que comienza el segmento transcrito: 64.12, 215.22, etc.) se abren con la lectura aceptada en el texto; después de ella vienen las variantes o series de una misma variante, ordenadas cronológicamente según la edición más antigua en que documentamos cada una. En último lugar, a continuación de un paréntesis cuadrado de apertura ([), hacemos los comentarios o las observaciones que nos parecen pertinentes.

Cuando introducimos una corrección que no nos consta como adoptada nunca por otra edición, va seguida de un paréntesis cuadrado de cierre (]). Si una lección se recoge sin más que añadirle la sigla edd., quiere decir que su exactitud puede suscitar dudas, pero no sabemos que nadie las haya formulado explícitamente, no hay divergencia entre las ediciones, ni nosotros tenemos enmienda que proponer.

Las lecturas y variantes se dan en el aparato crítico modernizadas como apuntábamos, excepto cuando la grafía antigua contribuye claramente a explicar una errata o alguna peculiaridad. Siempre que es significativo por algún motivo, marcamos con una barra (|) la división de una palabra de línea a línea y registramos la presencia o falta del guión correspondiente (cf. por ejemplo I, 62.3: pedirle edd. pedir- | el A). Nuestra forma más corriente de señalar y salvar los gazapos de A es encararlos a la lección correcta de las demás ediciones básicas: edd.

Hemos abreviado con […] una media docena de variantes largas y alguna entrada en que un extracto de ese género favorecía la comparación de las diversas lecciones. Entre paréntesis recogemos, cuando conviene, la divergencia gráfica de un testimonio respecto a los otros de la misma familia o con la misma lectura, como en I, 45.8: emendar (enm. B+) y abusos edd., o en 486.16 proprio edd. (-pio C).

Nótese que no procedemos del todo sistemáticamente en nuestra forma de recoger las variantes, y, así, a menudo damos en el aparato más texto del estrictamente imprescindible, mientras las omisiones respecto a la princeps las indicamos unas veces con om. y otras enfrentando los segmentos equivalentes de las distintas ediciones. Como el aparato no va al pie del texto, hemos procedido en cada caso del modo que creíamos más transparente, tomando además en cuenta la relevancia de la lectura, y, dentro de la economía, hemos sacrificado la regularidad a la perspicuidad.

Nótese también que en contadísimos casos la primera lección del aparato difiere del texto crítico en cuanto a puntuación, uso de la cursiva, mayúsculas u otros detalles: obramos así para no dar por supuesto (ni descartar) que las ediciones que traen sustancialmente esa primera lección la interpretan del mismo modo que nosotros.

Normalmente, remitimos de unas entradas a otras con la simple indicación que encabeza e identifica cada una (mientras para el texto se citan solo parte, capítulo y página); cuando hemos querido referirnos a nuestro comentario antes que a las variantes concretas de una entrada en cuestión, nos servimos del mismo signo [*] que en las notas al pie y en las complementarias envía al aparato crítico.