Aparato Crítico. Lecturas A, A´ y AB

Aparato Crítico. Lecturas A, A´ y AB

La fuente primordial, con enorme diferencia, para establecer el texto crítico del Quijote está en las ediciones príncipes de 1605 y 1615 (designadas ambas como A). Hemos puesto el mayor celo, pues, en señalar en el aparato crítico todas y cada una de nuestras divergencias respecto a A, incluso cuando no pasan de remediar erratas mínimas e inequívocas, sin ninguna posibilidad de ser sanadas de forma diversa de como nosotros lo hacemos (en general, sin más que enfrentarlas a la lección correcta de las otras ediciones básicas: edd.). Cuando una abreviatura podría prestarse a confusión, lo señalamos explícitamente.

En cambio, excepto si el detalle resulta revelador en sí mismo (cf. por ejemplo I, 279.27), u ocasionalmente por motivos de otro orden (como complementar la exhaustiva tabla de «Compositorial Errors and Editorial Corrections» de FL), no registramos las anomalías o peculiaridades tipográficas que en modo alguno pueden alterar el sentido: letras maltrechas o vueltas (qne), empleo (accidental o por falta de tipos) de unos caracteres por otros (i del revés por !, á o à por â, o bien â por ã), tildes insólitas (tiêmpo, todô) o superfluas hoy (hâcia, hablára, Quitatê, que, en cambio, sí hubiéramos recogido de tenerse que leer hacía, hablará o Quitáte), etc.etc. Nótese en particular que en A, como en general en los impresos de la época (y demasiadas veces en SB), el recurso a las tildes es tan fluctuante, que en principio solo lo registramos cuando da o podría dar pie a confusiones serias (cf. ya I, 29.11, sobre libro y libró). Supuesta la dificultad de reconocer que un acento circunflejo se ha deformado en la prensa hasta convertirse en grave o agudo, en algún asiento hemos usado el último, a manera de comodín, donde quizá el componedor había insertado el primero.

En el aparato crítico, las lecturas se dan modernizadas (según las mismas normas que abajo se exponen), salvo cuando, como sucede con frecuencia, la grafía antigua ayuda a entender la génesis de un gazapo o es resueltamente locuaz por otras razones (cf. solo I, 42.12, exexcicio, y 42.20, dixo por dicho). Cuando se trata de erratas de A, esa modernización, cierto que controvertible, tiene sin embargo la ventaja de poner más inmediatamente de manifiesto el lugar de la palabra dañado por el descuido: si hubiéramos transcrito con la grafía de la época el vocablo desfigurado, la comparación con el texto crítico, modernizado, habría sido más penosa (y habríamos tropezado con la piedra de que se trata en el párrafo siguiente). Somos conscientes de que para semejantes pormenores el aparato será utilizado casi únicamente por los estudiosos, pero como estos no dejarán de compulsarlo con el original, nos ha parecido preferible facilitar la consulta del hipotético lector menos preparado a quien llegue a picarle la curiosidad por esos extremos.

Como quiera que sea, y también porque obrar de otro modo acaso nos hubiera llevado a postular unos criterios ortográficos más rígidos que los aplicados por los cajistas de Cuesta, no contamos entre las erratas consignadas en el aparato crítico las que ciertas imprentas, correctores o cajistas de entonces (y aun del propio Cuesta) habrían considerado tales, pero no pueden tener reflejo en una versión modernizada: pasada mejor que passada (de las dos formas se ve en los autógrafos de Cervantes), abajo antes que abaxo, etc. Las excepciones son aquí unos pocos casos en que la mutación gráfica podría comportar (aunque no necesariamente) variación de significado (así en I, 155.4, entre confiesse y confiese), depender del uso del propio Cervantes (cf. I, 430.22: a por ha) o ilustrar el de ciertos componedores (como en II, 885.2, sobre a sentar y assentar). No es fácil fijar un criterio estable en cuestiones de esa índole, para las cuales remitimos a la Tabla I y a las pp. XXI-XXXIII del vol. I de FL.

Nos hemos servido de los ejemplares de la Real Academia Española (R/ 28 y 29 = I y II), Biblioteca Nacional (Cerv. 118 = I; U/597, U/10298 = II), Real Biblioteca (I-H-Cerv/123 y 124 = I y II) y Biblioteca de Cataluña (Cerv. Vitr. I-3, incompleto, e I-21 = I y II). Como a su vez FL ha tenido en cuenta tres ejemplares de cada parte y nosotros aprovechamos su concienzudo trabajo, creemos que las indicaciones que aquí se hallarán sobre las diferencias entre unos ejemplares y otros empiezan a tener ya un carácter relativamente firme.

Esas diferencias consisten sobre todo en un par de docenas de posibles correcciones en prensa (es decir, introducidas cuando ya se había realizado parte de la tirada de un pliego y que por tanto aparecen solo en los ejemplares del mismo que se tiraron después) y en un buen número de accidentes de impresión (presencia o ausencia de tildes o de letras, blancos causados por el desplazamiento de los tipos, etc.etc.) que pueden entenderse o efectivamente han sido entendidos como erratas de composición o, peor, como lecciones válidas. Designamos como A’, globalmente, los ejemplares que no traen la corrección en prensa y, cuando los aducimos, los que muestran accidentes de impresión.

Hemos identificado expresamente como tales las correcciones en prensa que nos parecían seguras. Las notadas por FL y no patentes en nuestros ejemplares han sido examinadas a instancia nuestra en los usados por aquel (cf. FL I: XXIX-XX y II: XIII): como en algunos casos las conclusiones de nuestros colaboradores han sido variables, nos hacemos eco de las observaciones de FL con la lógica prudencia.

Para ahuyentar el fantasma de los accidentes de impresión, las lecturas de A dadas en el aparato crítico se han comprobado en todos nuestros ejemplares y en FL, y, como regla, al igual que FL, no registramos las que aparecen en algunos de ellos pero el cotejo con los demás denuncia como deterioro material (por mal entintado, caída de un tipo, etc.) de una impresión correcta. Con todo, hemos hecho excepciones a ese principio para recoger ciertos casos en que la deturpación visible en algunos ejemplares ha sido aceptada y hasta razonada como lección legítima (véase solo I, 6.10, sobre volumen y volume, o 144.4, sobre Mirá y Mira) o bien se han presentado como variantes de pleno derecho lo que son simplemente retoques o incorrecciones de los facsímiles al uso. A ese propósito, y precisamente por no trabajar con los originales, las noticias de SB y VG (entre otros) son muchas veces inexactas, y lo hemos evidenciado con bastante asiduidad. (Por el contrario, el esfuerzo de FL por extremar la fidelidad en su transcripción del original nos ha movido, con ánimo de colaboración y para que no se tomaran por lecciones auténticas de A, a indicar pequeñas inadvertencias o erratas suyas que habríamos preterido en una edición menos esmerada.) Ni que decirse tiene que ni aun sumando la labor de FL y la nuestra, y descontando los errores en que hayamos incurrido, el resultado debe considerarse definitivo: una lección puede estar en cinco, seis, siete ejemplares, y haber sido en otros objeto de una corrección en prensa (tal vez recogida luego por una edición descripta…) o responder en aquellos a un imperceptible accidente de impresión.

Las monografías de R.M. Flores [1975:18-40; 1986] han probado que en la princeps de 1605 el cuaderno A (ff. 1-8v), tres formas del B (ff. 9, 10v-15, 16v) y el pliego P3-P6v (ff. 115-118v) fueron compuestos por partida doble (en A y B, opinamos, porque Cuesta comenzó imprimiendo menos ejemplares de los encargados por Robles); y que cosa similar ocurrió en 1615 con tres pliegos, respectivamente, de los cuadernos A, G y Q: ff. 3-6v, 51-54v y 121-122v, 127-128v. Designamos como AB esos casos de doble composición, no atestiguados por ninguno de nuestros ejemplares y que han cotejado para nosotros nuestros amigos J. M. Martínez Torrejón, en el ejemplar Serís 2 de la Hispanic Society of America (Primera parte), e Ian Michael, en el ejemplar Arch.B.e.7/3 de la Biblioteca Bodleiana de Oxford (Segunda parte).

Puede descartarse con certeza que los tipógrafos de AB manejaran el original usado para la primera composición, y no un pliego ya tirado. Pero algunas de las variantes que introducen tienen notable valor o interés por cuanto concuerdan con B en corregir a A (cf. en especial I, 37.3, sobre Quixana y Quexana), apuntan erratas seguras o posibles, o nos ilustran sobre la fenomenología de la copia de impreso a impreso y a plana y renglón. La lista completa puede verse en las citadas monografías de R.M. Flores; nosotros las hemos tomado en cuenta todas e incluimos en el aparato crítico una generosa selección de las más significativas.